El Triángulo de Pikler lleva el nombre de Emmi Pikler, una pediatra que, en nombre del gobierno húngaro, en 1946 se hizo cargo de la gestión de un hogar infantil para huérfanos conocido como Loczy, ubicado en Budapest.
A partir de esa experiencia, Emmi Pikler ha desarrollado una innovadora teoría del desarrollo motor infantil, según la cual el niño, si vive en una condición de seguridad emocional y se encuentra en un ambiente seguro y adecuado a sus capacidades y necesidades, se interesa por el exterior. mundo y actúa diligentemente en él.
El desarrollo motor se produce a través de la experiencia activa del entorno, y por lo tanto no es el resultado de las enseñanzas del adulto, quien, por el contrario, con su trabajo también puede ser un peligroso obstáculo para él.
Nadie tiene que enseñarle al niño a gatear, gatear o ponerse de pie: tiene que experimentar hasta llegar a la solución más adecuada para su etapa de desarrollo.
No es fácil para el adulto hacerse a un lado y medir su propia intervención, sin embargo, puede ofrecer su propia contribución importante proporcionando un entorno adecuado, que ofrece al niño la oportunidad de probarse a sí mismo y experimentar con seguridad.
El triangulo de Pikler es una de las propuestas más interesantes, y aunque no es un material «Montessori», también lo podemos encontrar en muchas estructuras educativas con impronta Montessori.
¿Qué es el triángulo Pikler
Se trata esencialmente de una estructura triangular de madera (a veces plegable) gracias a la cual el niño puede hacer frente a sus necesidades de escalada de forma segura, desarrollando su motricidad, fuerza física y agilidad.
Mientras crecen, todos los niños muestran la necesidad y el deseo de agarrarse y trepar, pero generalmente en una casa terminan haciéndolo en los muebles, lo cual es todo menos seguro. El triángulo de Pikler, en cambio, les permite hacerlo tranquilamente, satisfaciendo así sus necesidades de desarrollo motor con mayor tranquilidad que los adultos.
Es importante colocarlo sobre una alfombra suave y lejos de otros muebles u objetos que puedan ser peligrosos. Esto amortiguará las caídas y evitará que el triángulo se deslice o se mueva por el peso del bebé.
La recomendación es nunca dejar que el niño use el triángulo sin la supervisión de un adulto. Quédate en la habitación y deja que el niño sienta tu presencia, pero sin que sea invasivo: así tendrá la seguridad emocional necesaria para dedicarse libremente a la actividad.